Son las 4 de la madrugada. Toda la ciudad duerme en silencio, únicamente roto por el sonido del viejo transistor, donde el locutor da paso a una nueva llamada:  

“Hola, me llamo Mayte, soy de las que siempre te escuchan, pero nunca se atreve a llamar. Me ha costado mucho llamar a la radio, pero creo que lo que me está pasando a mí le puede ocurrir a más gente… porque la soledad es muy mala, ¿sabes?  

No sé por qué el mundo nos da la espalda a las personas mayores, pero pienso que no soy la única de mi generación que se pasa sola las horas y los días, sin hablar con nadie. Tuvimos una vida de sacrificios. Trabajé como una mula fuera y dentro de casa, renuncié a casarme y a tener hijos con el único novio que tuve, porque era la única chica en casa y me tocó cuidar de toda la familia… Así que ahora de mayor y con muchos achaques de salud estoy más sola que la una”, cuenta Mayte entre lágrimas, sentada a oscuras en su cocina.  

Y, tras un segundo de silencio, se repone: “Lo siento, no quería ponerme triste, en realidad yo llamaba para contar algo bueno: hace poco fui a mi trabajadora social, para pedir que me pongan la medallita de teleasistencia, porque tengo miedo de caerme y estar sola, y fue ella quien me habló de algo que me ha cambiado la vida: la Fundación Grandes Amigos 

Resulta que me llaman todas las semanas de Grandes Amigos para interesarse por mí, me han presentado varios voluntarios que vienen a verme y me tratan muy bien. También me invitan a meriendas y actividades. No quiero ilusionarme después de la vida tan mala que he tenido, pero me pellizco y no me creo. Se lo recomiendo a todo el mundo que esté como yo, porque Grandes Amigos es como la familia que nunca tuve”. 

En Grandes Amigos estamos ayudando a Mayte, y ella con su llamada ha ayudado a otras personas mayores a que den el paso de pedirnos ayuda. Para que esta cadena siga, ahora necesitamos tu ayuda. Por favor, ¿nos ayudas para que las personas mayores no sufran soledad?