Siempre he sentido algo especial por las personas mayores. Desde que fallecieron mis abuelos, tenía un vacío que no sabía cómo llenar en una ciudad tan grande y frenética, donde nadie se conoce, hasta que un día vi un cartel de Grandes Amigos en el Metro. Ese día me apunté a hacer voluntariado para acompañar a personas mayores que sienten soledad.  

Pero esto no es un voluntariado. Es diferente y a la vez es mejor. Conocer a Margarita y visitarla cada jueves se ha convertido en mi ilusión de la semana. Y creo que la suya también.

Nuestras charlas en torno a un café y a su bizcocho de limón (Mmmm…, sabe como el que hacía mi abuela), o los paseos que damos por el barrio… ¡el tiempo se no pasan volando! No sé quién disfruta más de las dos.  

Aunque yo tenga 35 años y ella 88, me sorprende que podamos hablar de todo y hayamos congeniado tanto. Es como si fuéramos amigas de toda la vida. Se nota que en Grandes Amigos se preocupan por conocer antes a cada persona, además de estar superpendientes, formarte y ayudarte en lo que necesites. 

La verdad es que Margarita se siente más animada y activa que cuando la conocí; y eso me alegra. Pero yo recibo mucho más de lo que doy”. 

Este es el relato que nos ha enviado Blanca, una voluntaria de la Fundación Grandes Amigos. Si quieres vivir esta experiencia única, únete. Tenemos muchos tipos de voluntariado, adaptados a tus preferencias, tiempo y disponibilidad.