Carmen es vecina de Malasaña desde hace más muchos años. Quiosquera de profesión, dedicó media vida a repartir golosinas y periódicos entre sus vecinos, raciones de felicidad por fascículos. Cuando cerró el quiosco por su enfermedad sus clientes le regalaron un reloj para sopesar el tiempo, todos recuerdan el vacío que dejó, como un cráter tras aquel quiosco cerrado. Pero Carmen no se encerró en casa, y su silla de ruedas traquetea con fuerza por las calles del centro. Además desde hace tiempo parece que tiene un nuevo amigo, dicen que mucho más joven, como unos cincuenta años.

José Luis llegó a España hace tiempo desde Venezuela, le encanta Madrid y desde el principio tuvo claro que quería hacer voluntariado, cree que en su país las familias prestan más atención a las personas mayores. Ve a Carmen todas las semanas y entre partidas de parchís que siempre pierde, picnics en Plaza de España y sesiones de fotos ha pasado ya más de un año. A José Luís cuando sea mayor no le importaría vivir en una isla desierta, a Carmen no le seduce mucho la idea, o en todo caso preferiría no hacerlo sola.