No todas las vidas tienen por qué transitar entre las cordilleras que marcan los grandes acontecimientos para sentir que se han vivido plenamente. No sólo las que están repletas de desgracias, guerras, novelas en marcha,largos viajes y momentos desesperados son las que merecen ser contadas. En ocasiones la verdadera heroicidad radica en adaptarse a lo cotidiano con una sonrisa, en no demandar más de lo que realmente necesitamos, en abrir el grifo y dejar correr el tiempo en paz con uno mismo, disfrutando de la sabiduría que proporcionan los años. Manuel nos recibe con los ojos chispeantes y la sonrisa dispuesta; nos invita a entrar y así como sin darnos cuenta arrancamos la segunda edición de Vidas Mayores. Pasen con nosotros y no tengan miedo, Manuel tiene sitio para todo el que le apetezca escucharle. Empezamos.
Manuel siempre ha vivido en Lavapiés, nació ahí al lado, en Doctor Fourquet hace 77 años, el 1 de enero de 1937, dando la bienvenida a un año nuevo, con Madrid sitiada en plena Guerra Civil. Desde hace décadas vive a apenas a unos cientos de metros, en la Calle Valencia. Siempre fue el pequeño, el más pequeño de seis hermanos, al principio todo el día pegado a las faldas de su madre que lo dejaba de la mano en la puerta de su colegio en la calle Argumosa. Una infancia acotada en cinco calles. Hasta que comenzaron las trastadas y cuando su madre se daba la vuelta hacía pellas y se largaba a los billares que había en Tribulete.
“Entonces en el barrio no había coches, apenas bicicletas, todo el mundo jugaba en la calle”
Acabaría dejando la escuela con dieciséis años y aprendiendo el oficio de electricista como su padre y su hermano mayor. “Los tres chispas” dice con un guiño. “Mi padre trabajó en Unión Eléctrica Madrileña y también hacía chapuzas y me llevaba con él, así fui aprendiendo, más de la práctica que de la teoría”, “me he dedicado a lo mismo durante más de cuarenta años, aunque buenos latigazos me he llevado” Y Manuel agita los dedos en el aire como sacudido por una descarga repentina.
Y la juventud del Lavapiés de postguerra, ¿Cómo era?, “Pues los billares con los amigos, recuerdo también una sala de fiestas que se llamaba el Moneo Rojo, valía tres pesetas arriba y cuatro abajo, íbamos casi todas las semanas a bailar, a ese y al Olimpia”. “Después los domingos montábamos encuentros en alguna casa donde había un tocadiscos, en la época no era fácil que nos entrase música de fuera, pero conseguíamos algunos discos de Glen Miller o Renato Carosone, a Manuel le gusta el jazz”. La mayoría de sus amigos se echaron novia y se casaron durante esos encuentros, él nunca fue muy de novias pero si tiene que bailar prefiere hacerlo “agarrado”.
Pero por encima de todo Manuel desarrolló una pasión durante esos años que ya no la abandonaría a lo largo de su vida. El cine, a él lo que le apasiona es el cine. “Había tres sesiones,” desde las 4 de la tarde a la 1 de la madrugada, tres películas más el NO-DO. Eran películas ya muy pasadas por la máquina, con muchos cortes, y la gente se enfadaba empezaba a patalear y a tirar cáscaras de avellanas contra la pantalla. No recuerda la primera película que fue a ver, posiblemente fuese una de Errol Flynn, tal vez una reposición Robin Hood, el caso es que Manuél quedó fascinado para toda la vida. Acudía cada vez que podía a veces con sus ahorros, otras invitado por un amigo. En aquella época no tuvo novietas pero se enamoró perdidamente de Olivia de Havilland y de Ingrid Bergman.
Le encanta Casablanca y se pone a hacer un gesto al piano “Como era aquello …. Tócala otra vez Sam ¿No?”. Y entonces sonríe, y cuando Manuel sonríe no es como si pasase cualquier cosa, porque Manuel sonríe desde dentro, como un farol que se enciende poco a poco hasta dejar unos ojos socarrones e incandescentes que iluminan toda la habitación y terminan por extender la sonrisa al que tiene al lado. Lo notan ¿Verdad?. Pero seguimos, “ a mí me gustaba mucho John Wayne, también Errol Flynn y James Stewart, pero sobre todo John Wayne, las peleas aquellas con Maureen O´Hara en El hombre Tranquilo” . Hoy se traga los Westerns de Telemadrid siempre que puede y los musicales, “habré visto “West Side Story” y “Cantando bajo la lluvia” más de diez veces”.
“Es curioso no tuve una televisión hasta que fui muy mayor, nos juntábamos todos a verla en casa de una vecina, hoy tienes acceso a todo tipo de chismes y aunque no tengas casi dinero hay una televisión en cada casa”.
Manuel vive los cambios del barrio con naturalidad, los comercios nuevos, los acentos extranjeros… “una chica dominicana viene todas las semanas del Ayuntamiento a echarme una mano, muy maja”. “Estuve muchos años sin ir al cine y un día me invitó con ella y con su hijo a ver una película en uno de los multicines nuevo, la de dibujos del monstruo verde este”, Shrek, “Si, eso me partía de la risa y todo mucho más grande de lo que recordaba la pantalla, el sonido…”.
Manuel vive tranquilo aunque se lamenta de que tras cuatro décadas trabajando como electricista autónomo, le ha quedado una pensión de apenas 315 euros, este año tiene suerte le han subido 90 céntimos. Con eso tiene que pagar el alquiler, el agua, la electricidad (este año ha subido muchísimo la calefacción por eso prefiero esta estufa) y señala el pequeño radiador que preside esta entrevista. “En el comedor donde voy hay una señora muy pesada que pregunta todo el tiempo ¿Ya es 24, ha llegado mi pensión” se rie al contarlo. Pero tampoco pierde el tiempo en lamentarse demasiado, suele acudir al Centro de Mayores del Barrio a jugar al Tute y al Cinquillo y a observar, sobre todo a observar. “Escojo un lugar con buena panorámica para mirar a la gente, me fijo mucho en los detalles, que hace este, como habla el otro”,
“me sirve para distraerme, siempre me han dicho que soy observador”.
A estas alturas de su vida Manuel no se arrepiente de nada, y se considera un persona feliz, ”Hay que intentar pensar en alegrías y no en tristezas, para que vas a pensar que te vas a morir y esas cosas ¿Para deprimirte?” Considera que lo peor de la vejez son las enfermedades pero a estas alturas sigue haciendo descubrimientos nuevos. Hace poco fue al Thyssen por primera vez “ Me dieron una silla plegable y nos explicaron con atención tres o cuatro cuadros, había uno hecho sólo a base de líneas de colores y cada línea significaba algo distinto, me gustó, aunque mi preferido fue el de Goya, la Venus en el Espejo”.
Eeste año fue de vacaciones a la Sierra de Gredos , aunque hay algo que le ilusionaría especialmente. Ver el mar, he estado sólo tres veces en mi vida y hace 50 años que no lo veo.”Pasé 3 meses en Tarragona en unas colonias con más chicos, era la primera vez que me separaban de mi madre, nos raparon a todos el pelo”.
Todavía juega de vez en cuando a la Lotería “por si acaso” “aunque a veces pienso que soy de esas personas que si hubiese tenido suerte en la vida seguiría igual” , aún así juega, dice mientras mira por la ventana, se está bien en Lavapiés aunque en invierno haga frío y arrecien los constipados. “Pero a mí en Madrid lo que más le gusta es la primavera”.
Manuel conoce a Amigos de los Mayores desde hace casi dos años. Acudió a esta organización buscando ampliar su círculo social, paliar la soledad y conocer a gente joven. Lleva casi dos años junto a su voluntario Daniel. Juntos dan paseos interminables “el otro día fuimos de Lavapiés a Colón” dice, charlan, y a veces Daniel le acompaña al Centro de Mayores donde causa sensación el hecho de que Manuel tenga un amigo tan joven.
Porque para Manuel Daniel hace tiempo que dejó de ser un voluntario para pasar a ser un “amiguete”. Juntos comparten las tardes del sábado y su pasión por el cine, Daniel trabaja en ocasiones como actor y ha terminado su primer corto, el cine supuso la primera chispa en una amistad que con el tiempo ha ido a más, a mucho más.