José Antonio es como a le gusta señalar aragonés, a pesar de que su vida ha transcurrido a caballo entre Madrid y Barcelona como si fuese un perfecto metrónomo de las dos urbes principales del país. Con apenas 12 años estuvo interno en el colegio Lasalle Bonanova, algo que según sus palabras “curte”. Su infancia la recuerda en el pueblo repleto de primos y juegos.
Su carrera iría unida inevitablemente al mundo editorial, tras estudiar en la Escuela Superior de Comercio de Barcelona y validar sus estudios en Económicas lo hicieron jefe de Exportación en el Instituto Nacional del Libro Español. “Hice la primera exportación de un libro para Rusia, algo que en la época era dificilísimo, se titulaba “¿Quién es quién en España?, sería para un partido político”.
Tratando de difundir el libro español , recorrería José Antonio casi toda Latinoamérica y parte de Europa. Presenciando algunos de los sucesos más memorables de la historia de Latinoamerica como los días posteriores al asalto de la Casa de la Moneda en Chile, o la etapa de mayor crudeza de la dictadura argentina “recuerdo las metralletas de los soldados de Videla en el aeropuerto de Buenos Aires”.
El amor de José Antonio por los libros rastrea raíces antiguas, desde que un día quedase fascinado por el funcionamiento de la imprenta de un primo hermano de su padre “Llevo los libros en la sangre. De su trabajo ha dependido el hecho de que haya un reguero de novelas españolas esparcidas por el mundo. “Los setenta fue el boom de las novelas de la editorial Bruguera, llegamos a exportar 4 o 5000 novelas de El Coyote por toda Europa”.
Le brillan los ojos al recordar los tiempos agitados y siempre interesantes de la Barcelona de la época, y cuenta con un punto de orgullo el día que coincidió con el mismísimo Dalí realizando una peculiar demostración sobre cómo pintar la Sagrada Familia.”Le habíamos publicado un par de libros de arte y nos llevó a los de la editorial frente a la Sagrada Familia, allí extendió una sábana y un cubo de alquitrán, con una escoba y el alquitrán empezó a pintar el edificio, decía que con esas curvas era la única forma de pintarla”.
La vida profesional de José Antonio daría un nuevo vuelco y se haría “hed-hunter”, en una empresa de reclutamiento de talentos, incluso llegaría a trabajar en el aeropuerto del Prat llevando los asuntos administrativos. En aquella época aprovecharía para sacar su título de piloto de avionetas, aunque después no llegó a utilizarlo mucho.
Con 36 años y tras casarse se mudaría a Madrid, donde residió con su esposa. A José Antonio que no se arrepiente de muchas cosas, sin embargo le hubiese gustado tener hijos.
“No he tenido un hijo, ni he escrito un libro ni he plantado un árbol, me lo estoy planteando ahora a mis setenta y seis años” .
José Antonio nos confiesa con una sonrisa pícara que ha sido muy juerguista, “No sabría que escoger entre Barcelona y Madrid, he disfrutado lo mejor de cada ciudad, recuerdo los albergues mixtos de Barcelona donde se montaban unas juergas tremendas, de Madrid recuerdo especialmente el Doña Floridita”. Prosigue rememorando sus noches interminables, “En Barcelona íbamos mucho a Yambary, uno de los locales más conocidos de Barcelona, ponían mucho jazz progresista, he visto al piano a Tete Montoliu al contrabajista Pietro Tolt, fue una gran época, incluso intentamos producir discos con ellos, aunque al final no era rentable”.
Es una persona que ha picoteado mucho en el bazar de las pasiones a lo largo de su vida. Con su mujer compartió la afición por el esoterismo y las cartas astrales, estudió numerología y el Tarot. “A veces nos repartíamos los clientes, ella les hacía las cartas astrales y yo les llevaba el asunto administrativo”.Entre carcjadas cuenta que
“En las reuniones de mi empresa disponía a la gente de forma diferente en función de si me apetecía que se aprobase algo o no, siempre siguiendo los principios del Tarot”.
José Antonio conserva la crisis con miedo aunque dada su experiencia profesional confiesa que “España tiene mucho potencial a nivel de comercio exterior, eso acabará salvando al país”. Lo malo de la vejez según él es el deterioro de la salud, precisamente el día en el que vamos a visitarlo se encuentra conectado a un aparato de oxígenos (declina quitárselo para las fotos y prefiere mostrarse tal y como es). Sin Embargo José Antonio aún tiene sueños e ilusiones, está planeando participar en un huerto ecológico que una asociación ecologista posee cerca de su casa, y se ha puesto al día las redes sociales, y las nuevas tecnologías. Después de todo a pesar de su vida abundante y bien vivida, José Antonio tal vez tenga aún tiempo de escribir un libro o plantar un árbol.
José Antonio y Amando comparten una mañana por semana desde hace cerca de un año. Confiesan que la sintónía entre ellos fue instantánea. Amando un enamorado d ela bicicleta está intentando instalarle una bicicleta para que José Antonio pueda hacer ejercício sin salir de casa. Amando por su parte confiesa que aprende mucho de la ultura y la experiencia de José Antonio, juntos pasan sus visitas junto al ordenador intercambiando trucos sobre informática.