La pandemia del covid ha servido para que la discriminación por edad, fenómeno también conocido como edadismo, emerja a la luz pública para volver a desaparecer e incluso agravarse. La manera en que las personas mayores han sido tratadas por las instituciones y por la sociedad en general durante casi tres años que ha durado técnicamente la pandemia del covid ofrece hasta 7 lecciones sobre secuelas y aprendizajes que deberíamos aprender si queremos garantizar en el futuro un futuro digno a la vejez. Te resumimos a continuación estas 7 lecciones en este análisis de la Fundación Grandes Amigos.
1. COMO UNA SIMPLE GRIPE
La tragedia sufrida por las personas mayores durante la pandemia no es fruto de una situación puntual y extraordinaria de colapso del sistema sociosanitario, ni se limita a lamentar la cifra de fallecimientos de mayores a causa del virus, cifra que seguramente nunca llegaremos a conocer con exactitud. Lo sucedido, de principio a fin, es el reflejo, agrandado con lupa, de lo que ya ocurría antes y vuelve a suceder. Así lo hemos comprobado en la Fundación Grandes Amigos, donde trabajamos día a día apoyando a las personas mayores en riesgo o situación de soledad con el fin de mejorar su vida.
Ya desde el principio de la pandemia, en los primeros meses de 2020, se empezó a actuar tarde al pensar que ‘solo’ se trataba de una enfermedad parecida a la gripe que básicamente afectaba a las personas mayores. Así que, todo el mundo pensó: “total, para qué preocuparse, si solo afecta a las personas mayores”.
Pero empezó a tomarse en serio al atisbar el posible colapso de los hospitales; pero ya era tarde para evitar que miles de mayores se contagiaran y murieran en uno de los capítulos más oscuros de la historia de España.
2. MÁS DE 9 MILLONES AL MISMO SACO
Así que, cuando hubo que tomar medidas excepcionales para toda la población, se pasó de la despreocupación inicial a la estigmatización y a la sobreprotección de los 9 millones de españoles que tienen 65 años o más: se metió en el mismo saco a la persona de 65 años con una salud de hierro y a su madre o padre de 90, con una salud delicada, que precisamente depende de los cuidados de su hija de 65.
La falta de reconocimiento de la diversidad de las personas mayores, en edades, perfiles, estilos de vida, preferencias o necesidades es parte de la discriminación por edad, un reto ético que arrastramos como sociedad y que ahora ha emergido.
3. NEGACIÓN DE DERECHOS HUMANOS
La negación de recursos sanitarios que podían salvar la vida de mayores y dependientes es el hecho más palpable de este fenómeno, así como la desprotección en residencias.
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, proclama el artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, del 10 de diciembre de 1948. Esta Carta reconoce, entre otros, el derecho a la vida, a la asistencia médica y a un trato digno e igualitario a lo largo de toda la vida. Es injusto e ilegal priorizar la atención sanitaria de los pacientes teniendo en cuenta criterios de edad, tal como ha denunciado Grandes Amigos.
Independientemente de las patologías previas que pueda presentar una persona, el acceso a recursos que pueden salvar la vida no puede depender de la edad, de la probabilidad de esperanza de vida, de sufrir deterioro cognitivo o demencias, de tener o no personas a cargo o incluso del valor social del paciente, criterios todos ellos que han estado presentes en protocolos de priorización del acceso a UCI en hospitales durante la pandemia.
Mucho antes de que esta situación saltara a la opinión pública a través de los medios de comunicación, Grandes Amigos y otras entidades sociales que trabajan por el bienestar de las personas mayores denunciamos ante la Fiscalía General del Estado y ante el Defensor del Pueblo este trato ilegal e indigno hacia la población mayor.
4. LA SOCIALIZACIÓN, DE PRIORIDAD A CONDENA
Más adelante, cuando la pandemia se fue controlando, se levantaron restricciones a la movilidad y socialización que habían pesado para toda la sociedad, salvo para las personas mayores. Una vez más, la visión edadista llevó a una sobreprotección que, lejos de mejorar su bienestar, contribuyó a empeorar el bienestar de muchas personas mayores.
Esto se tradujo, por ejemplo, en que por fin diferentes generaciones empezaron a disfrutar de vacaciones, salidas, quedadas de ocio. Pero se mantuvieron muchas de esas restricciones para las personas mayores, que precisamente eran las que necesitaban antes que nadie acceder a salidas y actividades para frenar un empeoramiento de su salud difícilmente reversible.
5. ATENCIÓN DOMICILIARIA, LA GRAN OLVIDADA
La tragedia de las residencias no puede tapar otro problema generalizado durante la pandemia con nefastas consecuencias: la desatención de los cuidados en los domicilios. La reducción de muchos de los servicios de atención domiciliaria o asistencial (higiene, alimentación, apoyo doméstico, fisioterapia…) ha influido en la salud de muchas personas mayores que vivían o viven en sus casas.
Por otra parte, el confinamiento, aunque necesario para salvar vidas, también está teniendo sus consecuencias. Por ejemplo, pérdida de movilidad y autonomía física en personas que antes no eran dependientes y a partir de ahora lo serán. El abandono obligado del poco o mucho ejercicio físico que hacían antes de la pandemia ha empeorado la salud de bastantes mayores, un segmento poblacional donde ha calado el miedo a salir. También ha afectado gravemente a su salud mental la privación del ejercicio de actividades significativas, aquellas que dan sentido a la vida de una persona (quedar con amistades, salir a dar una vuelta por el barrio, mantener rutinas, etc.).
6. LAS CONSECUENCIAS TRAS LA PANDEMIA
En este sentido, en Grandes Amigos hemos sido testigos de un empeoramiento generalizado de la salud y el bienestar de numerosas personas mayores, así como de un aumento de fallecimientos, no como consecuencia directa por contagio de covid, sino por el agravamiento de enfermedades crónicas y la merma de su autonomía.
Pese a todo, las personas mayores han demostrado ser un ejemplo de resiliencia, de saber relativizar y de valorar las cosas realmente importantes de la vida.
Sin embargo, también hemos sido testigos de cómo se ha ido apagando la llama de una de las pocas cosas que surgieron durante la pandemia: aquel movimiento espontáneo y vecinal que brotó en miles de personas dispuestas a ayudar a sus vecinos/as más mayores en los momentos más críticos de la pandemia, llamándoles para ver si necesitaban algo, desde hacerles la compra a charlar un rato para evadirse, que dejaban notas en los descansillos de los edificios de viviendas ofreciéndose para echar una mano…, todo aquel aluvión de solidaridad vecinal se ha ido diluyendo a medida que el confinamiento se relajaba y se recuperaban horarios laborales y rutinas, dejando una vez más en el olvido a las personas mayores, igual que antes de la pandemia.
7. LA ÚNICA SALIDA ANTE LO QUE VIENE
Justo ese es el camino para afrontar lo que viene: un mundo más envejecido y solitario, en el que dentro de unas pocas décadas 1 de cada 3 españoles tendrá 65 años o más y probablemente también vivirá solo, tal como reflejan los datos. Por eso en Grandes Amigos, igual que hacemos desde nuestros inicios en un barrio de Madrid en 2003, vamos a seguir defendiendo los derechos y una vejez digna, y creando vínculos de apoyo y amistad sincera entre las personas mayores solas y quienes viven más cerca, personas voluntarias y vecinas con las que compartir tiempo de calidad y saludable para todo el mundo.
Si quieres unirte a la comunidad de Grandes Amigos, puedes hacer voluntariado aquí. Y si no tienes tiempo pero quieres que sigamos transformando la vida de muchas más personas mayores en soledad a través de nuestras redes de apoyo comunitario, colabora aquí para que otros puedan hacerlo por ti.
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